Centro Psicológico Loreto
Actividades sobre gestión emocional.
El post de hoy es bastante práctico y tiene por objetivo ofreceros algunas actividades muy concretas para facilitar la educación en emociones.
Hay actividades muy interesantes para trabajar la identificación emocional. No se trata sólo de saber cómo me siento o cómo se siente el otro sino de estar habituados a pensar en cómo me siento y cómo se sienten los demás en cada situación.
Proponemos realizar un mural de emociones en casa y aprovechar los momentos que nos reunimos para hablar de cómo nos sentimos además de qué hemos hecho. Identificar la emoción, lo que la ha causado, y las consecuencias de la misma son factores esenciales para la gestión emocional.
El entrenamiento para una correcta gestión emocional debe abarcar todas las emociones, aunque por motivos de tiempo y espacio nos ceñiremos a la gestión de la emoción que más problemas nos suele traer: el enfado/ira.
Hay muchas maneras con las que podemos ayudar a un niño a controlar su enfado. En primer lugar, hay que hablar sobre las situaciones que nos provocan el enfado. Pero esta conversación se tiene que dar cuando uno está tranquilo, NO en el momento del enfado. Para cada una de estas situaciones, podemos pensar sobre formas de anticiparlas y, por lo tanto evitar el enfado.
Si no es posible evitar el enfado, dependiendo de las situaciones, las siguientes estrategias suelen ayudar para controlar:
Retirarse del lugar donde se ha producido el enfado y no volver hasta que no esté más tranquilo.
Alejarse de la persona que le ha provocado el enfado.
Hablar con amigos/compañeros/adultos de confianza.
Respirar hondo.
Contar hasta 10.
Imaginar que estás en otro lugar.
Leer.
Escuchar música.
Correr.
Jugar a otra cosa.
Como padres/madres ¿qué podemos hacer?
Ayudar a que conozca el motivo real de su enfado. No siempre es fácil saber porque estamos enfadados, a veces la tomamos con nuestro hermano pequeño cuando con quien realmente estamos enfados es con el compañero que nos fastidió en el recreo. Es necesario conocer las causas que originan el enfado para buscar una solución.
Ayudarle a pararse a pensar antes de actuar. Stop el semáforo está en rojo, esperar y contar hasta 10 le ayudará a no descargar su rabia y a pensar qué es lo mejor que puede decir o hacer.
Intenta que hable con la persona que le ha molestado. Es importante que comente con la persona qué le ha hecho enfadar, cómo se siente y qué necesita. Eso sí, sin gritarle ni insultarle.
Dile que busque la ayuda de un adulto para ayudarle a solucionar la situación.
Ayuda a que respire tranquilamente y a que se imagine que está en un lugar que le guste mucho (playa, campo, en una nube, etc.), cualquier lugar sirve.
Propíciele que descargue su rabia. Si el enfado es muy grande, puede golpear un almohadón o almohada hasta que su furia se haga más pequeña.
Empezamos contando al niño que para ayudarnos a todos de la familia a no hacer cosas que no debemos cuando nos enfadamos, utilizaremos el semáforo de las emociones que funciona de forma muy parecida al semáforo de la calle. El rojo es para detenerse, es decir, quedarse quieto. El amarillo para pensar lo que está sucediendo y detectar posibles soluciones y el verde para actuar llevando a la práctica alguna de las opciones que hemos planteado.

Termómetro de las emociones
De la misma manera que el semáforo, contamos que utilizaremos el termómetro para saber cómo expresar lo que sentimos. Es importante dejar claro que no hay emociones buenas ni malas, sólo hay formas más adecuadas de expresarlas.

En el siguiente cuadro, vemos qué podemos hacer para cambiar el color del termómetro:

Fuente: http://elsonidodelahierbaelcrecer.blogspot.com.es/2010/03/el-libro-de-las-emociones-dos-anos-de.html
Técnica de la tortuga
Adaptado de Schneider y Robin (1990)
Consiste en ayudar a los niños a aprender a relajarse y a ser conscientes de su estado emocional, replegando su cuerpo como hacen las tortugas. De esta forma relajarán sus músculos y evitaran actuar de forma impulsiva. Los niños aprenderán una técnica útil y sencilla para relajarse, controlar y manejar sus emociones. Una vez contado el cuento, se trata de replegarse como la tortuga siempre que percibamos que estamos alterados o nerviosos. Los padres podrán utilizar una etiqueta que sirva de señal al niño para relajarse, por ejemplo, cuando papá/mamá digan ”tortuga” ya sabes que te estás alterando y tienes que hacer replegarte como la tortuga del cuento.
Cuento:
“Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenía 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro. Cada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenía más de trescientos años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla: “¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela. Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella. Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaban, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto”.
Vídeo del cuento:
Renata Sarmento | Psicóloga Col. Nº M-25389
Centro Psicológico Loreto Charques
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