Centro Psicológico Loreto
Mi pene cree en mí.

El por qué de la disfunción eréctil.
Cada vez son más los hombres que acuden a consulta derivados por sus médicos. Al preguntarles el motivo suelen retorcerse las manos, mirar en todas las direcciones, sudar… Disfunción eréctil.
Así. Sin más. Le cuesta tener erecciones y mantenerlas. A eso le dan un nombre que sólo de escucharlo “duele”: soy impotente. Que es algo así como decir(se) soy poco hombre o menos hombre –no olvidemos que muchos hombres miden su personalidad con un baremo sexual (sus medidas, el tiempo que resisten durante el coito, etc.).
Impotencia.
El problema viene porque muchos hombres saben realmente poco de su propia sexualidad, de cómo funciona su cuerpo y focalizan la importancia de su virilidad en la turgencia de su miembro. Y cuando eso ocurre se ponen en manos de un órgano que puede fallar, es decir, no responder como se espera que lo haga.
El estrés, el cansancio, el otoño, la falta de sueño, el uso de ciertos medicamentos, los ciclos hormonales (que sí, no sólo las mujeres tiene alteraciones hormonales) favorecen que el cuerpo no tenga ganas de mantener relaciones sexuales. Es entonces cuando actúa nuestro peor enemigo: nosotros.
Como nos enseñaba el maestro A. Ellis, detrás de muchos de los conflictos que el ser humano tiene están provocados no por lo que nos pasa, si no por lo que nos decimos a nosotros mismos que nos pasa.
De esta manera cuando un hombre contempla que su pene no funciona como debe (como desea, como espera), si no tiene una sana cultura sexual, recurrirá a un pensamiento nada útil ni sensato para describir lo que le sucede: lo llamará gatillazo. Es decir, como si el pene fuera un arma (sexual) que debería funcionar mecánicamente y… que no ha podido “disparar”. A continuación recurrirá a una serie de ideas irracionales que complicarán aún más las cosas, que no sabrá controlar porque bombardearán su mente sin que logre detenerlas.
Las creencias irracionales.
Pensamientos absolutamente irracionales que se adueñan de nuestra mente, la asedian, la inundan… Si pudiéramos escuchar lo que el hombre del que hablamos se dice a sí mismo de sí mismo escucharíamos algo así:
Soy un hombre y debo demostrarlo, por lo que debo solucionar esto por mi cuenta. Cueste lo que cueste debo tener una erección y satisfacer a mi pareja.
Si mi pareja se da cuenta se va a reír de mí, me va a dejar, se va a buscar a otro que me sustituya porque no seré suficientemente hombre. Aquí es cuando aparecen los términos como: necesito tener esa erección, debo tenerla o…, y si no puedo, jamás lo podré superar, etc.
Como con estos pensamientos es básicamente imposible que ese desdichado miembro que cree en nosotros, que espera que le demos un descanso para que vuelva a ser el que es… como decía, es imposible que se recupere y nuestro cerebro detecta esta situación como de suma gravedad, incluso de peligro, por lo que la parte de nuestro sistema nervioso que se encarga de relajar el cuerpo para poder disfrutar de la sexualidad (sistema nervioso parasimpático) da paso a que se active su opuesto, el simpático, que nos prepara para la lucha, el combate…
Muchos hombres se plantean en este momento cosas tan interesantes como consumir drogas y medicamentos que le mejoren el rendimiento sexual, recurren a la homeopatía o a sustancias supuestamente afrodisíacas… Da igual, su mente ha entrado en ese bucle de temer el siguiente combate sexual, perdón, encuentro sexual y en ese estado…
Si os paráis a pensar todo comenzó por dejarse llevar por el tremendismo. ¿Es tan grave que nuestro cuerpo no pueda, no quiera o no desee tener relaciones? ¿Es necesario tener magníficas erecciones para ser hombre? ¿Sólo podemos llamar relación sexual a aquella en la que hay penetración? ¿Qué son las caricias? ¿Dónde hace su entrada la ternura, las caricias, el cariño…? ¿Cuántas hogueras que parecían apagadas se han reavivado simplemente porque esa ternura ha ido ascendiendo de temperatura e intensidad?
Los psicólogos, los terapeutas sexuales estamos ahí para enseñaros a parar esa maquinaria de pensamientos que parecen imparables. Seamos claros. Si aprendemos a reconocer sin presión las necesidades de nuestro cuerpo, si respetamos sus tiempos, si no vemos la sexualidad como una obligación… comenzaremos a disfrutar de esa sexualidad de una manera como nunca antes lo habíamos hecho.
Recuerda. Tu pene cree en ti. Pero si tú no crees en él…
Sed felices…
César Benegas Bautista | Psicólogo Col. Nº M-22317
Centro Psicológico Loreto Charques
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