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  • Foto del escritorCentro Psicológico Loreto

Despedirse de uno mismo.



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Cuando hablamos de duelo solemos referirnos a la reacción que se tiene ante la pérdida de un ser querido. Es un proceso doloroso en la mayor parte de las ocasiones. Siempre perturbador. Pero no deja de ser algo natural pues el destino de toda persona que nace es morir. En otras entradas de este blog hemos podido tratar este tema.

Pero, ¿qué sucede cuando el que va a fallecer es uno mismo?

Es un tema que puede resultar morboso si no lo enfocamos como una realidad posible. Cada año se estima en 228.482 el número de nuevos casos de cáncer en España según la AECC (1). Es cierto que con la evolución de las técnicas de intervención de las diferentes patologías asociadas al cáncer el número de personas que se curan va en aumento. Pero un número importante fallece. Y hay más patologías, por supuesto. La cuestión es que cuando se transmite la noticia de que nos ha tocado a nosotros solemos reaccionar siguiendo unos pasos que definió magistralmente Elisabeth Kübler-Ross:

Negación. Allí, sentados ante el facultativo que nos lo ha dicho, entramos en shock. Eso no puede ser real. No me está pasando. Yo me siento bien. Tiene que ser un error. Esa fase de negación a veces se ve reforzada por los que nos rodean que a su vez pasan por su fase de negación y nos dicen “tiene que ser un error”, “ya verás cómo no es nada”, “los médicos se confunden muchas veces”. Pero no es así. Las técnicas de evaluación médica son avanzadas y competentes los especialistas. Hay margen de error. Pero es pequeño. En este momento queremos aislarnos, que nos dejen a solas con nuestro dolor. Y es lo peor que podemos hacer pues, aunque necesitemos reflexionar, prepararnos mental y espiritualmente, es una fase que apoyándonos en otros será más llevadera.

Ira. Uno de los sentimientos más devastadores que puede experimentar el ser humano. La ira nos bloquea. No nos deja avanzar en ninguna dirección. Nos lleva a cuestionar hasta el afecto de los que nos rodean y nos quieren dar su amor. “Por qué yo”, “esto no es justo”, “no quiero que me pase a mí, le debería haber pasado a otro porque siempre me pasa todo a mí”. La paciencia de los que nos quieren, esperar a que ceda esa ira y podamos escuchar será el alivio más poderoso de ese dolor tan intenso.

Negociación. Tras la ira llega una fase en la que haríamos lo que fuera para que no nos ocurra ese fin inevitable. Rogamos a nuestro Dios. Recurrimos a supersticiones o a técnicas que nada tienen de científica. “Necesito llegar a ver la comunión de mi hija”. “Déjame llegar a fin de año y no estropear las Navidades a mi familia”. “Qué te cuesta”. “Si me dejas vivir prometo….”. Puede parecer una postura infantil pero en realidad es el primer paso en la aceptación de que nos queda en verdad poco tiempo.

Depresión. La angustia, la pena se adueña de nosotros. Comprendemos plenamente que nos vamos, que todo queda atrás, que vamos a perder todo aquello por lo que hemos luchado, amado. Y no hay solución. Estamos atrapados entre ese momento y lo que nos quede de vida. Necesitamos llorar (y, por favor, que nadie diga aquello de “no te preocupes” o “no llores”). Exteriorizar ese dolor que nos atenaza y que debemos sacar para llegar de verdad a la última etapa.

Aceptación. No todos legan a esta etapa. Si lo hicieran, aunque no es un momento de felicidad sí que sería útil para que pudiéramos aprovechar el tiempo que nos queda para dejar nuestros asuntos cerrados, para que nos centremos en preparar nuestra mente y nuestra alma (quien tenga tal creencia) para la partida. No, no es un momento feliz. Pero puede ser un momento de verdadera paz tan necesaria tras saber lo que nos deparaba nuestra salud

El papel de un psicólogo en este momento puede ser crucial. Tanto para el que descubre que va a fallecer como para los familiares. No estamos preparados para este golpe. Nadie lo está. Pero eso no significa que no haya unas herramientas que nos ayuden. El papel del terapeuta sería ayudar al enfermo y al entorno a llegar a esa fase de aceptación lo más naturalmente posible pero sin urgencias. Que quien va a fallecer tenga a su alrededor un ambiente lo más propicio para irse en la necesaria paz. Por ello cada vez son más los médicos especialistas y de atención primaria que derivan a un servicio de psicología a estas personas.

Recordad. Ahí estamos. Hasta en esos momentos.

Sed felices.

César Benegas Bautista | Psicólogo Col. Nº M-22317

Centro Psicológico Loreto Charques

  1. Asociación Española Contra el Cáncer (http://observatorio.aecc.es/es/node/21)

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