Centro Psicológico Loreto
Sobreprotección al cuadrado

Se ha hablado mucho últimamente de que muchas familias mantienen relaciones con sus hijos basadas en la sobreprotección.
Se pueden exponer muchos motivos que justifican este estilo educativo actual y no me quiero detener en ello. Pero sí me parece interesante comenzar a desprender algunas primeras consecuencias de esta dañina fórmula educativa para los hijos (o los alumnos).
Pero primero de todo, ¿qué es la sobreprotección? La palabra se entiende claramente desde su prefijo "sobre". En contraste, nos encontramos con el prefijo "infra". Este contraste de opuestos nos lleva a diferenciar una protección por exceso y una protección por defecto. Ninguna de las dos parece a primera vista adecuadas. Y como en todo en la vida, ¿dónde está el equilibrio, y más concretamente en el aspecto educativo de proteger, cuidar, acompañar y guiar a los hijos?
Esta escala puede ser un primer punto de anclaje para los padres y madres a la hora de establecer una referencia para ellos mismos, es decir, desde la pregunta, ¿me paso o me quedo corto? Desde este primer anclaje podemos empezar a situar una zona de posible protección, cuidado, acompañamiento y guía que permita el aprendizaje, el crecimiento y el desarrollo personal de los hijos.
Quedarnos cortos (infraprotección) no permite al hijo desarrollarse, crecer ni aprender, porque estamos demasiado lejos de él –física o psicológicamente- y no hay posibilidad de guiarle, proporcionarle feedback, mostrar reciprocidad, modelos y afectos, lo que le deja sin referentes ni validación de lo que está bien o está mal, lo que es adecuado y lo que no.
Pasarnos (sobreprotección) tampoco permite al hijo desarrollarse, crecer ni aprender, porque el estar tan cerca, encima diríamos, no permite que experimente la individualidad e independencia necesaria para fortalecerse personalmente desde un punto de vista psicológico. El desarrollo de la autonomía viene y es posible en un terreno de posibilidad de ejercerla. Si te hacen todo, te permiten todo, te salvan de todas, no hay posibilidad de experiencia de los límites y del error, de aprender, por lo que la psique del niño o el adolescente se construye en un vacío de referentes y validadores de su experiencia.
Existe otro terreno de la sobreprotección y la infraprotección menos conocido y explorado que quiero también mencionar. Se trata de un componente menos visible y observable, y por ello más complejo, por lo que requiere detenimiento y observación. Hablamos del terreno psicológico del fenómeno infra y sobreprotector.
En primer lugar: Establecer tabúes en la familia en torno a temas importantes y duros de la vida pensando que pueden ocasionar dolor, malestar en los hijos y en nosotros mismos. Esquivamos la verdad o la dureza porque pensamos que con ello protegemos y, lejos de ello, esta evitación calculada, es un terreno resbaladizo de la infraprotección, porque descuidamos informar, asesorar, acompañar y guiar la vida de los hijos en momentos en los que todavía lo requieren y en que nuestra presencia es importante.
En segundo lugar: Transmitir una visión distorsionada, suavizada, dulcificada e incluso idealizada (terreno de la fantasía) de la vida. Este estilo relacional y educativo también resulta demoledor en la crianza de los hijos, ya que los sobreprotegemos descafeinando la dureza de las cosas. Al pensar que les protegemos, hacemos lo contrario, porque una verdad suavizada producirá que, cuando se encuentre con dicha situación o tenga que afrontarla, lo haga desde ese modelo que se le ha dado y encuentre que no le es útil, por lo que no será suficientemente autónomo para resolverla desde un punto de vista psíquico y resolutivo, se derrumbará, ya que mantiene una expectativa muy diferente de cómo son las cosas. Esta sobreprotección producirá a medio-largo plazo desprotección en los hijos –una lleva a la otra inevitablemente-.
En resumen, nuestro ideal como educadores se traduce en localizar la zona de crianza óptima según la edad, potencial y nivel de autonomía de los hijos preguntándonos si a través de nuestras acciones o planteamientos nos pasamos o nos quedamos cortos. Esta zona de crianza de la que hablamos es la que les deja crecer a los hijos sin producir abandono ni sobreacción, ya que ambas impiden tener referentes válidos, respaldos de experiencia útiles, y un desarrollo real y no en el vacío de referencias psíquicas y modelos de conducta.
Psicólogo
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