Síndrome del Impostor: la trampa silenciosa del logro.
- Centro Psicológico Loreto
- 23 jul
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Síndrome del Impostor: la trampa silenciosa del logro.
De qué manera la duda constante de uno mismo sabotea el bienestar emocional y el desarrollo profesional.
“No soy tan bueno como creen. Solo he tenido suerte.” Si alguna vez has pensado esto tras un logro profesional, una felicitación o un ascenso, no estás solo. Este pensamiento es uno de los síntomas más comunes del Síndrome del Impostor, una experiencia psicológica profundamente extendida que afecta a millones de personas en silencio. Esta sensación sigue siendo un fenómeno que se da en un gran porcentaje de la población y es necesario hablar abiertamente sobre ello.
¿QUÉ ES EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR?
El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes estudiaron a mujeres altamente capacitadas que, pese a sus éxitos, sentían que no merecían el reconocimiento recibido.
A día de hoy sabemos que este fenómeno afecta tanto a hombres como a mujeres. Se ha podido constatar en estudiantes, profesionales o incluso en líderes reconocidos.
El Síndrome del Impostor no es una enfermedad mental ni figura en el DSM-5, pero sus efectos son profundamente limitantes. Quienes lo padecen sienten que sus logros son producto de la suerte, del azar, o incluso del engaño. Y viven con el miedo persistente a ser "descubiertos" como un fraude.
Se puede ver un ejemplo de ello en la actriz Emma Watson, la cual siendo una persona de éxito pronunció las siguientes palabras: "En cualquier momento, alguien se va a dar cuenta de que soy un fraude total, y que no merezco nada de lo que he logrado." "No puedo estar a la altura de lo que todos piensan que soy, ni de las expectativas que tienen sobre mí.”
¿POR QUÉ SE GENERA EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR?
Factores individuales: Perfeccionismo o autoexigencia. Las personas que se exigen demasiado tienden a creer que nunca son suficientes, incluso cuando tienen éxito. Han aprendido a entender los errores como fracasos, y no como parte del aprendizaje.
Han interiorizado la necesidad de ser "brillantes" o "competentes" en todo momento.
Una baja autoestima puede hacer que se tenga una imagen interna de uno mismo desconectada de la realidad externa (por ejemplo: pensar "no valgo" pese a tener reconocimiento).
Estilos de crianza: Haber sido educado en un entorno donde solo se valoran los logros académicos o donde hay un modelo de sobre exigencia.
Una persona con un alto nivel de exigencia puede deberse a una sobre exigencia por parte de las figuras de referencia, o bien haber sido criado en un ambiente familiar donde se priorizaban el trabajo y las responsabilidades. Por otro lado, las comparaciones frecuentes con hermanos u otros niños también pueden afectar.
Factores culturales y profesionales: Ambientes donde se penaliza el error, se premia el hiper-rendimiento, y no se valida el esfuerzo contribuyen al miedo a “no estar a la altura”.
Influencia de las redes sociales: Hoy en día no podemos olvidarnos de esta herramienta que se ha convertido en un elemento clave, el cual influye sobre todo a las generaciones más jóvenes. Las redes muestran versiones editadas y brillantes de la vida profesional de los demás, lo cual genera una comparación irreal, que refuerza la idea de que “todos tienen claro lo que hacen, menos yo”.
¿A QUIÉNES AFECTA ESTE SÍNDROME?
El Síndrome del Impostor puede afectar a cualquier persona, sin importar su nivel de éxito, inteligencia o experiencia. Sin embargo, hay ciertos grupos que, por sus contextos sociales, culturales o personales, son más propensos a experimentarlo:
Mujeres en entornos dominados por hombres. La ciencia, la tecnología o los altos cargos ejecutivos
Personas racializadas o migrantes. Las expectativas y prejuicios adicionales hacen que sea más difícil confiar en la valía profesional.
Personas LGTBIQ+ Aquellas que han vivido experiencias de exclusión o invisibilización.
Personas Neurodivergentes. Quienes tienen TDA-H, autismo u otras condiciones que no encajan en modelos laborales normativos.
En todos los casos, el síndrome se ve agravado por contextos sociales o laborales exigentes o poco inclusivos.
¿CÓMO ABORDAR EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR?
Enfrentar el Síndrome del Impostor no significa eliminarlo por completo de la noche a la mañana, sino reconocerlo, entenderlo y aprender a gestionarlo con estrategias prácticas y compasivas. A continuación, se presentan algunos consejos para su gestión:
Identificar los pensamientos distorsionados: Cuando pensamos “Solo tuve suerte”, podemos cambiarlo por: ¿De verdad fue solo suerte, o trabajé para llegar aquí?
Registrar metas superadas y aprendizajes concretos: Llevar un “diario de logros” o una lista semanal de tareas superadas puede ayudarte a ver la evolución de una manera más objetiva.
Hablarlo con alguien de confianza: Compartir tus sensaciones con un amigo o compañero ayuda a liberar ansiedad y ver la realidad desde otra perspectiva. Descubriremos que todos tenemos inseguridades, y esto es algo normal.
Aceptar que el error forma parte del crecimiento: Entender y aceptar que los fallos forman parte del proceso de aprendizaje aporta una perspectiva mucho más amable con uno mismo y anima a seguir creciendo.
Reformular el diálogo interno: Sustituye frases como “No estoy preparado” por “Estoy aprendiendo” o “Puedo mejorar con el tiempo”.
A nivel organizacional: Fomentar culturas laborales basadas en la colaboración y no en la competencia poniendo el enfoque en el esfuerzo y no solo en el resultado.
EL PAPEL DE LA TERAPIA PSICOLÓGICA EN EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR
El trabajo psicológico es una herramienta poderosa para abordar este fenómeno, ya que nos permite entender el origen de nuestras inseguridades, desmontar creencias distorsionadas y aprender a vernos con más objetividad y compasión.
A través del acompañamiento terapéutico, podemos identificar los patrones y esquemas mentales que nos llevan a minimizar nuestros logros, a vivir con miedo al “descubrimiento” y a sentir que no merecemos lo que hemos alcanzado.
Por otro lado, la terapia no solo trata los síntomas, sino que trabaja en la raíz emocional del problema, ayudándonos a comprender de donde viene esta desconfianza sobre nuestra valía personal y profesional, dotándonos de habilidades para construir una narrativa interna más saludable.
CONCLUSIÓN
El Síndrome del Impostor no es una debilidad individual, sino una consecuencia de culturas laborales poco humanas, exigencias externas desmedidas, y una voz interna poco compasiva con nosotros mismos.
No se trata de eliminar la duda por completo, sino de no dejar que esa duda decida por ti.
Reconocer el síndrome, hablarlo y aplicar estrategias consistentes es el camino para dejar de sobrevivir y empezar a confiar.
Ana I. Bonito Mateos
Psicóloga Col. Nº M-36648
Centro Psicológico Loreto Charques


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