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Cuando las mentiras requieren nuestra atención.


Mentiras
Mentiras

Cuando las mentiras requieren nuestra atención.

Todos reconoceremos que en ocasiones hemos mentido, y en otras ocasiones ocultado toda la verdad, para evitar responsabilidades, problemas, tareas, e incluso por encajar en un grupo social o no lastimar a alguien.


Los niños también pueden #mentir para evitar consecuencias negativas o librarse de deberes, así como para conseguir lo que quieren, etc. Pero hay otras razones por las que los niños no dicen la verdad. Reconocer estos motivos nos aportará estrategias para manejar cada situación.


Motivos menos evidentes por los que los niños mienten:


  • Experimentación: ver qué ocurre y cómo reaccionan los demás.

  • Baja autoestima y falta de seguridad: Tienen una mala opinión de sí mismos, y mintiendo parecen más interesantes.

  • Razones sociales: no lastimar a alguien, “hacer la pelota”, “encajar”, etc. En estas razones entrarían las también llamadas “mentiras piadosas”.

  • Impulsividad: por ejemplo, niños con TDA-H en ocasiones parece que hablan sin pensar y muchas veces acaban convirtiéndose en mentiras.

  • Llamar la atención y también por todo lo contrario, dejar de ser el foco de atención: por ejemplo, en niños con depresión o ansiedad, suelen minimizar sus síntomas y mentir sobre ello (“estoy mejor”, “he pasado buena noche”, etc.) para que el adulto no se preocupe o deje de preguntarle.


¿Qué podemos hacer como padres frente a las mentiras?


Es obvio que depende de la gravedad, la frecuencia y la causa de la mentira.


La elaboración de la mentira dependerá mucho de la edad del niño. Si son muy pequeños serán más fantásticas y poco creíbles. Con algo más de edad darán demasiados detalles sobre lo acontecido para justificarse (p.ej.: elaborar toda una historia complicada para explicar que él no ha pegado a su hermano). En niños más mayores la mentira es común que sea muy directa (- ¿Has hecho los deberes? - Sí.).


Lo primero que hemos de plantearnos es la funcionalidad de la mentira, es decir, qué tipo de mentiras son, en qué circunstancias se dicen y qué persiguen. El objeto es conocer la severidad del problema. Por ejemplo:


  • Si un niño por ejemplo, vemos que miente para llamar nuestra atención, podemos usar lo que llamamos “extinción”, es decir, ignorarlo, no darle ninguna importancia. De esta manera mentir, no cumplirá su objetivo (llamar nuestra atención) con lo que disminuirá la frecuencia de aparición de dicho comportamiento.

  • Cuando las mentiras sean de carácter más grave, habitualmente en chicos mayores, ya no pueden ignorarse y, es necesario que tengan consecuencias negativas, es decir castigarlas, y que éstas se ajusten al nivel de la mentira. Además, nunca hay que olvidar que ha de lidiar con aquello sobre lo que mintió. Por ejemplo, si mintió en que no hizo un trabajo de clase, ha de realizarlo, aunque no cuente ya para nota, y además recibir una consecuencia a su mentira, como por ejemplo disminuir tiempo de uso de pantallas.

  • Con los adolescentes, tal como dice el Dr. Rouse: “Es difícil encontrar el equilibrio entre tener un diálogo honesto y establecer límites apropiados cuando sea necesario”. Hágales saber que la verdad reduce las consecuencias. En situaciones en que la salida fácil habría sido mentir, cuando los padres estén imponiendo consecuencias a las mentiras, pueden también felicitar a su hijo por haberles dicho la verdad, y que sepan que por eso ustedes ahora confían más en él. También podrían querer reducir la consecuencia, (por ejemplo, disminuir la duración de un castigo como retirarles el teléfono móvil menos tiempo), pero siempre con cautela (no todo ha de poder dialogarse o negociarse) ya que pueden usarlo como estrategia para en cierto modo llevarnos a su terreno (“no me castigues que te he dicho la verdad”).


Así mismo desde el principio los niños han de saber que van a tener menos problemas si no dicen mentiras (todos hemos leído “Pedro y el lobo” desde muy temprana edad).


Como norma general al principio es recomendable darles una segunda oportunidad para que digan la verdad. Lo ideal es apartarnos unos minutos, que no se siente presionado (si se siente arrinconado es más fácil que siga mintiendo) y volver a preguntar.


Por último, es interesante evitar a toda costa las etiquetas, esto es, decirles a nuestros hijos que son unos mentirosos. Sólo se frustrarán con más facilidad y tendrán la sensación de que no vamos a confiar en ellos. El daño puede ser más grande que lidiar con la razón por la que mintió.

Es habitual encontrarse con que el niño tienda a pensar, por ejemplo: “mis padres no me creerán”. Conseguiremos que se sienta mal consigo mismo y es posible que desencadene un patrón de comportamientos de mentiras.


Ana Ruiz Montoya

Psicóloga Col. Nº Col. M-16245

Centro Psicológico Loreto Charques

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